El cielo, a día de hoy, para ti y para todos los maestros y maestras:
¡Qué alegría hablarte hoy, cuando estás celebrando nuestra fiesta...! Digo nuestra porque, aunque las niñas y niños dicen que es mi día, éste no sería posible sin tu presencia, que año tras año les hablas de mí y de lo que hice para fundar la Escuela Pía.
Hoy sin embargo te escribo desde el cielo para darte las GRACIAS en nombre de tantos niños y niñas que a lo largo de tus años de trabajo, han pasado por tus manos.
Yo he observado y también me han contado cómo has educado:
Cada cual se ha sentido como una persona única e irrepetible. Han percibido tu cariño, tu ternura, tu dedicación y empeño. Se han dado cuenta de cómo les tratabas, especialmente quienes más te necesitaban.
Quiero recordarte ahora algo que ya sabes, pero es bueno de vez en cuando refrescar la memoria:
Ten mucha paciencia. Sé que agotan, también era cansado en mi época, pero ten la seguridad de que todo lo que haces por cada una de esas personas que hoy tienes en clase, no quedará en el vacío sino que les ayudará para crecer cada día más y ser los hombres y las mujeres que Dios desea que sean.
Háblales de Dios, pero no sólo con palabras, sino que sientan su amor a través ti que eres una referencia importante. Que conozcan al Dios de Jesús que es bueno, que perdona siempre y espera siempre. La Piedad que yo quiero que enseñes no son sólo rezos, sino conocer a Jesús y hacer como Él hizo.Y ya sabes, junto con la Piedad, las Letras. No te preocupe ser exigente desde la más tierna infancia. Tienen que prepararse, sacar lo mejor de sí, no para presumir sino para que desarrollen toda la inteligencia que Dios les ha dado y se conviertan en personas auténticas y preparadas para el mundo de hoy.
Recuerda: merece la pena educar, es sin duda la mejor vocación. Que pases un feliz día. Yo, desde el Cielo, te mando mi bendición, todo mi apoyo y cariño.
José de Calasanz de la Madre de Dios.
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