¡GRACIAS! - M. TRINI

“El Señor es mi Pastor, nada me falta.

En verdes praderas me hace reposar”

(Salmo 22)

M. TRINIDAD VALLEJO GUERRA

Religiosa Calasancia

Santelices (Burgos) 1943 - Daimiel 2014

En la mañana del 15 de Marzo, la muerte nos arrebataba a un ser querido: a una hermana de sangre, a una hermana de congregación, a una educadora, a una mujer de fe profunda, a una mujer de bien. Pero la despedimos también con mucho agradecimiento, porque toda vida es buena y bendita para Dios. Y así ha sido también para todos nosotros la vida de M. Trini: una vida de bondad y bendición, en especial para este pueblo de Daimiel, en el que ella ha permanecido durante casi veintinueve años.

 

Ella ha hecho mucho bien a lo largo de sus setenta y un años: ha amado, ha sido una mujer dispuesta a ayudar al que la necesitaba, ha entregado lo mejor de sí misma sin reclamar nada a cambio, ha sido una excelente hermana porque supo ser siempre una mujer fraterna, se ha desgastado por los más pequeños de este pueblo de Daimiel, imitando así a Jesús que acogía y bendecía a los niños.

A través de sus gestos de bondad, de entrega, de acogida, de delicadeza, de reconocimiento de los demás, de aceptación serena y paciente de su enfermedad, M. Trini ha sabido poner un poco más de amor en nuestro mundo, nos ha enseñado y animado, a todos los que la hemos conocido, a ser personas de bien.

Sus casi 29 años en el colegio Divina Pastora de Daimiel  han sido un don de Dios para todos los que hemos tenido la dicha de conocerla y vivir con ella. Hoy queremos dar gracias a Dios por ella, por su vida consagrada de entrega a los niños y jóvenes, por su sencillez, humildad, abnegación, capacidad de superación constante y sobre todo, por su fidelidad en el seguimiento a Jesucristo hasta el final de sus días.

Gracias, Trini, por tu testimonio, por tu fidelidad, por tu entrega generosa al Señor. Sigue siendo feliz junto a Él y pídele por todos nosotros, en especial por los niños y jóvenes de Daimiel, para que nos contagie de ese amor y bondad que el Señor te regaló, a tu paso por nuestra tierra, y que ahora ya vives en plenitud.